Karl Marx
En: The New American Cyclopaedia, Vol. III, 1858. Pp. 440-446.
Bolívar y Ponte, Simón, el “Libertador” de Colombia, nació en Caracas el 24 de julio de 1783 y murió en San Pedro, cerca de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Era hijo de una de las familias mantuanas[1], que en tiempos de la dominación española constituían la nobleza criolla de Venezuela. En conformidad con la costumbre de los americanos ricos de esos tiempos, fue enviado a Europa a la temprana edad de 14 años. De España se trasladó a Francia y vivió durante algunos años en París. Se casó en Madrid en 1802 y regresó a Venezuela, donde su esposa murió repentinamente de fiebre amarilla. Después de esto [441][2] visitó Europa por segunda vez y estuvo presente en la coronación de Napoleón como emperador en 1804 y en la toma de posesión de la Corona de Hierro de Lombardía en 1805. En 1809 regresó a su hogar y a pesar de la insistencia de su primo Joseph Félix Ribas, se negó a participar en la revolución que estalló en Caracas el 9 de abril de 1810, pero después de los eventos aceptó una misión a Londres para conseguir armas y solicitar la protección del gobierno británico. Aparentemente bien recibido por el marqués de Wellesley, que posteriormente fue secretario de asuntos exteriores, no obtuvo nada más que la licencia para exportar armas compradas en efectivo y con el pago de pesados gravámenes. Al regresar de Londres se retiró de nuevo a su vida privada hasta septiembre de 1811, cuando fue convencido por el general Miranda, entonces comandante en jefe de las fuerzas insurgentes de tierra y mar, de aceptar el rango de teniente coronel del estado mayor y el mando de Puerto Cabello, la fortaleza más poderosa de Venezuela. Habiendo tenido éxito los prisioneros de guerra españoles, a quienes Miranda solía enviar regularmente a Puerto Cabello para ser confinados en la fortaleza, en someter por sorpresa a sus guardias, Bolívar, que contaba con una guarnición numerosa y bien abastecida, aunque los otros estaban desarmados, tomó un barco precipitadamente por la noche, con ocho de sus oficiales, sin informar a sus propias tropas, desembarcó en La Guaira al amanecer y se retiró a su finca en San Mateo. Al darse cuenta de la huida de su comandante, la guarnición se retiró en buen orden de la plaza, la cual fue inmediatamente ocupada por los españoles al mando de Monteverde. Este suceso inclinó la balanza a favor de España y obligó a Miranda, con la autorización del Congreso, a firmar el tratado de Victoria, el 26 de junio de 1812, que restauró en Venezuela el gobierno español. El 30 de junio Miranda llegó a La Guaira, donde pretendió embarcarse en un navío inglés. Durante su visita al comandante de la plaza, el coronel Manuel María Casas, se encontró con una numerosa compañía, entre la cual estaba don Miguel Peña y Simón Bolívar, quien lo persuadió para que se quedara por lo menos durante una noche en la residencia de Casas. A las dos en punto de la mañana, cuando Miranda estaba profundamente dormido, Casas, Peña y Bolívar entraron en su habitación con cuatro soldados armados, tomaron cuidadosamente su espada y su pistola, lo despertaron y le ordenaron abruptamente levantarse y vestirse; lo encadenaron y, finalmente, lo llevaron rendido ante Monteverde, quien lo despachó hacia Cádiz, donde después de algunos años de cautiverio, murió cargado de cadenas. Este acto, cometido bajo el pretexto de que Miranda había traicionado a su país con la capitulación de Victoria, le valió a Bolívar el favor especial de Monteverde, de modo que cuando solicitó su pasaporte, Monteverde declaró: “La petición del coronel Bolívar debe ser concedida, como recompensa por el servicio realizado al rey de España al entregar a Miranda”. Se le permitió entonces navegar hacia Curazao, donde permaneció durante seis semanas y viajó, en compañía de su primo Ribas, a la pequeña República de Cartagena. Previo a su arribo, un gran número de soldados, que habían servido bajo las órdenes del general Miranda, habían huido hacia Cartagena. Ribas les propuso emprender una expedición contra los españoles en Venezuela y aceptar a Bolívar como su comandante en jefe. La primera parte de la propuesta fue aceptada con entusiasmo; la segunda fue objetada, pero al final aceptaron, bajo la condición de que Ribas fuera el segundo al mando. Manuel Rodríguez Torices[3], el presidente de la República de Cartagena, agregó a los 800 hombres reclutados por Bolívar, otros 500 hombres bajo el mando de su primo Manuel Castillo. La expedición arrancó a comienzos de enero de 1813. Desacuerdos sobre el mando supremo llevaron a la ruptura entre Bolívar y Castillo, abandonando este último repentinamente el campo con sus granadinos. Bolívar, por su parte, propuso seguir el ejemplo de Castillo y volver a Cartagena, pero Ribas lo persuadió concienzudamente de seguir avanzando por lo menos tan lejos como Bogotá, que por aquel entonces era la sede del Congreso de la Nueva Granada. Allá fueron bien recibidos, apoyados en todo sentido, nombrados generales por el Congreso y, después de haber dividido su pequeño ejército en dos columnas, marcharon por diferentes rutas hacia Caracas. Su posterior avance, el fuerte aumento de sus recursos y los crueles excesos de los españoles actuaron en todas partes como sargentos reclutando para el ejército de los independentistas. La capacidad de resistencia por parte de los españoles se quebró, en parte por la circunstancia de que ¾ de su ejército estaba compuesto por nativos que escapaban en cada encuentro hacia las filas enemigas, en parte por la cobardía de generales como Tiscar, Cajigal y Fierro, quienes, en cada ocasión desertaron de sus filas. Entonces sucedió que Santiago[4] Mariño, un joven ignorante, forzó a los españoles a retirarse de las provincias de Cumaná y Barcelona, al mismo tiempo que Bolívar iba avanzando a través de las provincias occidentales. La única resistencia seria, por parte de los españoles, fue dirigida en contra de la columna de Ribas, quien, sin embargo, derrotó al general Monteverde en Los Taguanes[5] y lo forzó a encerrarse en Puerto Cabello con el remanente de sus tropas. Al oír que Bolívar se aproximaba, el general Fierro, gobernador de Caracas, envió diputados para ofrecer una capitulación que se acordó en La Victoria[6]; pero Fierro, sufriendo un repentino ataque de pánico y sin esperar el retorno de sus propios emisarios, abandonó el campo por la noche, en secreto, dejando más de 1.500 españoles a discreción del enemigo. Bolívar fue honrado entonces con un triunfo público[7]. Parado en un carro triunfal, tirado por 12 jovencitas vestidas de blanco, adornadas con los colores nacionales, y todas escogidas dentro de las principales familias de Caracas, Bolívar, con la cabeza descubierta, en completo uniforme, y empuñando un pequeño bastón en su mano, fue, durante cerca de media hora, arrastrado desde la entrada de la ciudad hasta su residencia. Habiéndose proclamado a si mismo “Dictador y Libertador de las provincias occidentales de Venezuela” (Mariño había asumido el título de “Dictador de las provincias orientales”), creó la “Orden del Libertador” estableciendo [442] un selecto cuerpo de tropas bajo el nombre de su guardia personal y rodeándose con el espectáculo de una corte. Pero, como la mayoría de sus paisanos, era reacio a cualquier esfuerzo prolongado, y su dictadura pronto se convirtió en una anarquía militar, dejando los asuntos más importantes en manos de favoritos que derrocharon las finanzas del país y luego acudieron a métodos odiosos para restaurarlas. El nuevo entusiasmo del pueblo se convirtió entonces en insatisfacción, y las dispersas fuerzas del enemigo tuvieron la oportunidad de recuperarse. A comienzos de agosto de 1813, Monteverde se encontraba sitado en la fortaleza de Puerto Cabello y el ejército español reducido al control de una pequeña franja de tierra al noroeste de Venezuela, pero tres meses después, en diciembre, el prestigio del Libertador había desaparecido y la misma Caracas se hallaba amenazada por la súbita aparición, en su vecindad, de los victoriosos españoles al mando de Boves. Para fortalecer su tambaleante poder, Bolívar reunió el 1 de enero de 1814 una junta con los más influyentes habitantes de Caracas, declarándose reacio a seguir cargando el peso de la dictadura por más tiempo. Hurtado Mendoza, por otro lado, argumentó, mediante un largo discurso, “la necesidad de dejar el poder supremo en manos del general Bolívar, hasta que el Congreso de la Nueva Granada pudiera reunirse y Venezuela se uniera bajo un solo gobierno”. Esta proposición fue aceptada y la dictadura fue investida, de este modo, de una especie de sanción legal. La guerra contra los españoles fue, durante algún tiempo, adelantada a través de una serie de pequeñas acciones, sin ninguna ventaja decisiva para ninguna de las partes contendientes. En junio de 1814, Boves marchó con sus fuerzas unidas desde Calabozo hacia La Puerta, donde los dos dictadores, Bolívar y Mariño, se habían juntado. Los encontró y ordenó un ataque inmediato. Después de cierta resistencia, Bolívar huyó hacia Caracas, mientras Mariño desaparecía en dirección de Cumaná. Puerto Cabello y Valencia cayeron en manos de Boves, quien envió dos columnas (una de ellas al mando del coronel Gonzales), por diferentes caminos, sobre Caracas. Ribas trató en vano de oponerse al avance de Gonzales. Durante la rendición de Caracas a Gonzales, el 17 de julio de 1814, Bolívar evacuó La Guaira, ordenó a los navíos que permanecían en el puerto de esta ciudad navegar hacia Cumaná y se retiró con el remanente de sus tropas hacia Barcelona. Después de una derrota infligida a los insurgentes por Boves, el 8 de agosto de 1814, en Anguita[8], Bolívar abandonó sus tropas en secreto la misma noche para dirigirse a toda prisa, a campo traviesa, hacia Cumaná, donde, a pesar de las amargas protestas de Ribas, se embarcó inmediatamente en el Bianchi[9], junto con Mariño y otros oficiales. Si Ribas, Páez y otros generales hubieran seguido a los dictadores en su huida, todo se habría perdido. Tratados por el general Arismendi, a su llegada a Juan Griego, en la isla de Margarita, como desertores, y obligados a partir, navegaron hacia Carúpano[10], desde donde, al encontrar una recepción similar por parte del coronel Bermúdez, se dirigieron hacia Cartagena. Allí, para paliar su huida, publicaron un memorial justificativo en altisonante fraseología. Habiéndose unido a un complot para derrocar el gobierno de Cartagena, Bolívar tuvo que dejar esta pequeña república y se dirigió a Tunja, donde tenía su sede el Congreso de la República Federal de la Nueva Granada[11]. Durante ese mismo tiempo, la Provincia de Cundinamarca se puso a la cabeza de las provincias independientes que se negaron a entrar en el acuerdo federal, mientras que Quito, Pasto, Santa Marta y otras provincias permanecían todavía en poder de los españoles. Bolívar, que llegó a Tunja el 22 de noviembre de 1814 fue nombrado por el Congreso comandante en jefe de las fuerzas federalistas y se le confió la doble misión de forzar al presidente de la Provincia de Cundinamarca a reconocer la autoridad del Congreso y marchar en seguida contra Santa Marta, el único puerto marítimo fortificado que los españoles mantenían todavía en la Nueva Granada. El primer punto fue llevado a cabo fácilmente, siendo Bogotá, la capital de la provincia descontenta, una ciudad indefensa. A pesar de su capitulación, Bolívar permitió que fuera saqueada durante 48 horas por sus tropas. En Santa Marta, el general español Montalvo, teniendo una débil guarnición de menos de 200 hombres y una fortaleza en un miserable estado de defensa, ya había incautado un navío francés con el fin de asegurar su propia huida, mientras los habitantes de la ciudad le daban su palabra a Bolívar de que a su llegada le abrirían las puertas y echarían a la guarnición. Pero en lugar de marchar, en contra de los españoles de Santa Marta, como se le había ordenado, dirigió su rencor contra Castillo, el comandante de Cartagena, y por su propia cuenta lanzó sus tropas contra esta ciudad, que era parte integrante de la República Federal. Siendo rechazado, acampó en La Popa[12], una gran colina a tiro de fusil de Cartagena, y estableció solo un pequeño cañón como batería contra una plaza dotada con cerca de 80 piezas. En seguida convirtió el asedio en un bloqueo, que se prolongó hasta comienzos de mayo, sin otro resultado diferente al de reducir su ejército, por deserciones y enfermedades, de 2.400 a cerca de 700 hombres. Mientras tanto, una gran expedición española enviada desde Cádiz había llegado el 25 de marzo de 1815 a la isla de Margarita, al mando del general Morillo, y había logrado llevar poderosos refuerzos a Santa Marta, tomando poco después a la misma Cartagena. No obstante, Bolívar se había embarcado previamente hacia Jamaica, el 10 de mayo de 1815, con cerca de una docena de sus oficiales, en un bergantín inglés armado. Habiendo llegado al lugar de refugio, publicó de nuevo una proclama, representándose a si mismo como la víctima de alguna facción o enemigo secreto y defendiendo su huida ante el avance de los españoles como una renuncia a dirigir la defensa desde afuera en beneficio de la paz pública. Durante sus ocho meses de estadía en Kingston, los generales que dejó en Venezuela y el general Arismendi en la isla de Margarita, mantuvieron firmemente el terreno frente a las armas españolas. Habiendo sido fusilado por los españoles Ribas, [443] el hombre del cual derivaba Bolívar su reputación, después de la toma de Maturín, apareció para tomar su lugar en el escenario otro hombre con grandes habilidades, el cual, siendo un extranjero que no podía jugar un rol independiente en la revolución suramericana, decidió actuar finalmente bajo las órdenes de Bolívar. Fue Luis Brion. Para brindar ayuda a los revolucionarios, había viajado desde Londres hasta Cartagena en una corbeta de 24 cañones, equipada en gran parte a su propia costa, con 14.000 soportes para armas y gran cantidad de pertrechos militares. Llegando demasiado tarde para ser útil en ese lugar, se reembarcó hacia Los Cayos[13] en Haití, donde habían llegado muchos emigrantes patriotas después de la rendición de Cartagena. Bolívar, mientras tanto, había partido también de Kingston hacia Puerto Príncipe, donde, bajo la promesa de la emancipación de los esclavos, Pétion, el presidente de Haití, le ofreció una gran cantidad de suministros para organizar una nueva expedición contra los españoles en Venezuela. En Los Cayos se encontró con Brion y los otros inmigrantes y en una reunión general se propuso como jefe de la nueva expedición, con la condición de reunir el poder militar y civil en su persona hasta que se reuniera un congreso general. Al aceptar la mayoría sus términos, la expedición zarpó el 16 de abril de 1816 con él como su comandante y Brion como su almirante. En Margarita, el último tuvo más éxito que Arismendi, el comandante de la isla, y los españoles quedaron reducidos solamente al lugar de Pampatar. Bajo la promesa formal de Bolívar de convocar un congreso nacional en Venezuela tan pronto como fuera el amo del país, Arismendi convocó una junta en la catedral de la Villa del Norte y lo proclamó públicamente comandante en jefe de las repúblicas de Venezuela y Nueva Granada. El 31 de mayo de 1816, Bolívar tocó tierra en Carúpano pero no se atrevió a impedir que Mariño y Piar se separaran de él y adelantaran una guerra contra Cumaná bajo sus propios auspicios. Debilitado por esta separación, zarpó hacia Ocumare, aconsejado por Brion, a donde llegó el 3 de julio de 1816 con 13 navíos, de los cuales solamente 7 estaban armados. Su ejército, compuesto solamente por 650 hombres, aumentó con el reclutamiento de negros, cuya emancipación había proclamado, hasta cerca de 800. En Ocumare emitió de nuevo una proclama prometiendo “exterminar a los tiranos” y “convocar al pueblo a nombrar sus diputados al congreso”. Durante su avance en dirección de Valencia se encontró, no muy lejos de Ocumare, con el general español Morales que estaba a la cabeza de cerca de 200 soldados y 100 milicianos. Habiendo dispersado a su vanguardia las avanzadas de Morales, perdió, como lo registró un testigo ocular, “toda presencia de ánimo, sin mencionar ni una palabra, dio vuelta rápidamente a su caballo y huyó a toda velocidad hacia Ocumare, pasó por el pueblo a todo galope, llegó a la bahía cercana, saltó de su caballo, se subió a un bote y se embarcó en el Diana, ordenó a todo el escuadrón que lo siguiera hacia la pequeña isla de Bonaire[14] y dejó a todos sus compañeros sin ningún medio de asistencia”. Debido a las reprimendas y admoniciones de Brion, volvió a reunirse con los otros comandantes en la costa de Cumaná, pero al ser ásperamente recibido y amenazado por Piar con un juicio ante una corte marcial por desertor, rápidamente volvió sobre sus pasos a Los Cayos[15]. Después de meses de esfuerzos, Brion logró finalmente persuadir a la mayoría de los jefes militares venezolanos que sentían la falta de una figura central, por lo menos nominal, de volver a llamar a Bolívar como su general en jefe, bajo la expresa condición de que debía reunir un congreso y no inmiscuirse en la administración civil. El 31 de diciembre de 1816 llegó a Barcelona con las armas, municiones de guerra y provisiones suministradas por Pétion. Al unirse con Arismendi, el 2 de enero de 1817, proclamó la cuarta ley marcial y la concentración de todos los poderes en su persona; pero cinco días después, cuando Arismendi cayó en una emboscada tendida por los españoles, el dictador huyó a Barcelona. Las tropas reagrupadas en este último lugar, adonde Brion también le envió armas y refuerzos, le permitieron pronto disponer de un nuevo cuerpo de 1.100 hombres. El 15 de abril, los españoles tomaron posesión de la ciudad de Barcelona, y las tropas patriotas se retiraron hacia la Casa de la Caridad, un edificio aislado de Barcelona y fortificado por orden de Bolívar, pero inadecuado para proteger a una guarnición de 1.100 hombres de un fuerte ataque[16]. Abandonó su puesto en la noche del 5 de abril, informando al coronel Freites, en manos del cual depositó el mando, que iría a buscar más tropas y pronto regresaría[17]. Confiando en su promesa, Freites declinó la oferta de una capitulación y, después del asalto, fue asesinado por los españoles junto con toda la guarnición. Piar, un hombre de color nativo de Curazao, concibió y ejecutó la conquista de las provincias de Guayana. El almirante Brion apoyó esta empresa con sus buques armados. El 20 de julio la totalidad de las provincias fueron evacuadas por los españoles. Piar, Brion, Zea, Mariño, Arismendi y otros, convocaron un congreso provincial en Angostura y pusieron a la cabeza del ejecutivo a un triunvirato, en el cual Brion, que odiaba a Piar y estaba profundamente interesado en Bolívar, en cuyo éxito había comprometido su gran fortuna personal, logró que este último fuera incluido como miembro, sin importar su ausencia. Al enterarse de estas noticias, Bolívar abandonó su retiro y se dirigió a Angostura, donde, envalentonado por Brion, disolvió el congreso y el triunvirato para reemplazarlos por un “Concejo Supremo de la Nación”, con él mismo a la cabeza, Brion y Francisco Antonio Zea[18] como directores, el primero en lo militar y el último en lo político. Sin embargo, Piar, el conquistador de Guayana, que una vez más había tratado de llevarlo ante una corte marcial como desertor, no ahorró sus sarcasmos contra “el Napoleón de las retiradas” y Bolívar, consecuentemente, aceptó un plan para deshacerse de él. Bajo las falsas acusaciones de haber conspirado contra los blancos, contra la vida de Bolívar y aspirado al poder supremo, Piar fue procesado en un consejo de guerra presidido por Brion, encarcelado, [444] condenado a muerte y ejecutado el 16 de octubre de 1817. Su muerte causó un ataque de terror en Mariño. Plenamente convencido de su propia insignificancia sin Piar, en la más abyecta carta, calumnió públicamente a su amigo asesinado, minimizando sus propios ataques y su rivalidad con el Libertador, y se arrojó al fondo de la infinita magnanimidad de Bolívar. La conquista de la Guayana por Piar había cambiado completamente la situación a favor de los patriotas; esta única provincia les aportó más recursos que las otras siete provincias de Venezuela juntas. Una nueva campaña, anunciada por Bolívar a través de una nueva proclama, era, por lo tanto, esperada por todos, porque llevaría a la expulsión final de los españoles. Su primer boletín, donde describía algunas pequeñas partidas de españoles en busca de comida como “ejércitos que huían ante nuestras tropas victoriosas” no fue concebido para desalentar estas esperanzas. Contra unos 4.000 españoles, cuya unión no había sido todavía realizada por Morillo, disponía de más de 9.000 hombres bien armados, equipados y ampliamente abastecidos con todo lo necesario para la guerra. A pesar de esto, hacia finales de mayo de 1818, había perdido cerca de una docena de batallas y todas las provincias ubicadas al norte del Orinoco. Dispersando, tal como lo hizo, a sus fuerzas que eran superiores, fueron siempre vencidas en pequeños grupos. Dejando la conducción de la guerra en manos de Páez y sus otros subordinados, se retiró a Angostura. Las deserciones fueron seguidas por más deserciones, y todo parecía hundirse en la más profunda ruina. En este, que era el más crítico momento, una nueva combinación de accidentes afortunados cambió la faz de los acontecimientos. En Angostura se reunió con Santander, un nativo de la Nueva Granada, que rogaba para que le dieran los medios para invadir dicho territorio, donde la población estaba preparada para un levantamiento general contra los españoles. La petición fue cumplida, hasta cierto punto, mientras poderosos auxilios en hombres, navíos y municiones de guerra, llegaban a raudales desde Inglaterra y oficiales ingleses, franceses, alemanes y polacos llegaban en tropel a Angostura. Finalmente, el doctor Germán Roscio, consternado ante la menguante fortuna de la revolución suramericana, dio un paso adelante, se introdujo en la mente de Bolívar y lo indujo a convocar, el 15 de febrero de 1819, un Congreso Nacional, cuyo simple nombre probó ser lo suficientemente poderoso como para crear un nuevo ejército de cerca de 14.000 hombres, haciendo que Bolívar se considerara listo para reanudar la ofensiva. Los oficiales extranjeros le sugirieron el plan de mostrar intenciones de atacar Caracas y liberar Venezuela del yugo español, induciendo de esta manera a Morillo a debilitar la Nueva Granada concentrando sus fuerzas en Venezuela, mientras él (Bolívar) daba la vuelta sorpresivamente hacia el este, se unía con las guerrillas de Santander y marchaba sobre Bogotá. Para ejecutar este plan, dejó Angostura el 14 de febrero de 1819 después de haber nombrado a Zea como presidente del Congreso y vicepresidente de la república durante su ausencia. A través de las maniobras de Páez, Morillo y La Torre fueron dirigidos hacia Achaguas y hubieran sido destruidos si Bolívar hubiera realizado la unión de sus propias tropas con las de Páez y Mariño. En todo caso, las victorias de Páez resultaron en la ocupación de la Provincia de Barinas[19], lo cual allanó a Bolívar el camino de la Nueva Granada. Con todo habiendo sido preparado allí por Santander, las tropas extranjeras, compuestas principalmente por ingleses, decidieron el destino de la Nueva Granada, por medio de las sucesivas victorias obtenidas el 1 y el 23 de julio, así como el 7 de agosto en la Provincia de Tunja. El 12 de agosto Bolívar hizo una entrada triunfal en Bogotá, mientras los españoles, habiéndose levantado contra ellos todas las provincias granadinas, se refugiaron en la ciudad fortificada de Mompox. Habiendo reglamentado el Congreso granadino en Bogotá e instalado al general Santander como comandante en jefe, Bolívar marchó hacia Pamplona, donde gastó cerca de dos meses en fiestas y bailes. El 8 de noviembre llegó a Mantecal[20], en Venezuela, adonde había dirigido a los jefes patriotas de ese territorio para reunirse con sus tropas. Con un tesoro cercano a los $ 2.000.000 recaudados entre los habitantes de la Nueva Granada a través de contribuciones forzosas, y con una fuerza disponible de unos 9.000 hombres, la tercera parte de ellos consistente en bien disciplinados ingleses, irlandeses, hanoverianos y otros extranjeros, se tuvo que enfrentar con un enemigo despojado de todo recurso y reducido a una fuerza nominal de 4.500 hombres, 2/3 de los cuales eran nativos y, por lo tanto, nada confiables para los españoles. Al retirarse de San Fernando de Apure hacia San Carlos, Morillo fue seguido por Bolívar hasta Calabozo y así los cuarteles generales hostiles quedaron tan solo a dos días de marcha, el uno del otro. Si Bolívar hubiera avanzado audazmente, los españoles hubieran sido aplastados solo con sus tropas europeas, pero prefirió prolongar la guerra durante cinco años más. En octubre de 1819, el Congreso de Angostura había forzado a Zea, su nominado, a renunciar a su cargo, eligiendo a Arismendi en su lugar. Al recibir estas noticias, Bolívar hizo marchar sorpresivamente a su legión extranjera hacia Angostura, sorprendiendo a Arismendi que solo tenía 600 nativos, lo mandó al exilio a la isla Margarita y restauró a Zea en sus dignidades. El Dr. Roscio, cautivándolo con los prospectos del poder centralizado, lo indujo a proclamar la “República de Colombia”, que comprendía la Nueva Granada y Venezuela, a publicar una ley fundamental para el nuevo Estado diseñada por Roscio y a aprobar el establecimiento de un Congreso común para ambas provincias. El 20 de enero de 1820 regresó de nuevo a San Fernando de Apure. La súbita retirada de su legión extranjera, que era más temida por los españoles que un número diez veces superior de colombianos, le había dado a Morillo una nueva oportunidad para conseguir refuerzos, mientras llegaban noticias alentadoras sobre una formidable expedición que saldría de España al mando de O’Donell, levantando los hundidos espíritus del bando español. A pesar de sus fuerzas vastamente superiores, Bolívar no logró nada durante la campaña de 1820. Mientras tanto, llegaban noticias desde Europa anunciando que la revuelta en la Isla de León había dado un forzoso final [445] a la expedición dirigida por O’Donell. En la Nueva Granada, 15 provincias de las 22 se habían unido al gobierno de Colombia y los españoles solamente mantenían la fortaleza de Cartagena y el istmo de Panamá. En Venezuela, 6 provincias de 8 obedecían las leyes de Colombia. Esta era la situación cuando Bolívar se dejó engatusar por Morillo para entrar en negociaciones, resultando de esto, el 25 de noviembre de 1820, el establecimiento en Trujillo de una tregua de seis meses. En la tregua no se hacía ninguna mención de la República de Colombia, a pesar de que el Congreso había prohibido expresamente la realización de cualquier tratado con el comandante español sin el reconocimiento previo de la independencia de la república. El 17 de diciembre, Morillo, ansioso por tomar su lugar en los acontecimientos de España, se embarcó en Puerto Cabello, dejando como comandante en jefe a Miguel de la Torre, y el 10 de marzo de 1821 Bolívar notificó a La Torre, por carta, que las hostilidades iban a reiniciarse al expirar la tregua dentro de 30 días. Los españoles habían establecido una fuerte posición en Carabobo, una población situada más o menos a mitad de camino entre San Carlos y Valencia; pero La Torre, en lugar de reunir allí todas sus fuerzas, había concentrado solamente su 1ª división, con 2.500 soldados de infantería y 1.500 de caballería, mientras que Bolívar tenía cerca de 6.000 tropas de infantería, dentro de ellas la legión británica compuesta de 1.100 hombres, y 3.000 llaneros a caballo bajo las órdenes de Páez. La posición del enemigo le parecía a Bolívar tan formidable, que le propuso a su consejo de guerra celebrar un nuevo armisticio, lo cual, sin embargo, fue rechazado por sus subalternos. A la cabeza de una columna consistente principalmente en la legión británica, Páez rodeó a través de un camino peatonal el ala izquierda del enemigo. Después de la ejecución exitosa de dicha maniobra, La Torre fue el primero de los españoles en escapar, sin tomar descanso hasta llegar a Puerto Cabello, donde se atrincheró con el remanente de sus tropas. El mismo Puerto Cabello hubiera podido ser rendido fácilmente con un rápido avance de las tropas, pero Bolívar perdió su tiempo exhibiéndose en Valencia y Caracas. El 21 de septiembre de 1821 la poderosa fortaleza de Cartagena se rindió a Santander. Las últimas acciones armadas en Venezuela, la acción naval en Maracaibo en agosto de 1823 y la rendición forzada de Puerto Cabello en 1824 fueron obra de Padilla. La rebelión de la Isla de León, que impidió el inicio de la expedición de O’Donell y la ayuda de la legión británica, habían evidentemente inclinado la balanza a favor de los colombianos. El Congreso colombiano abrió sus sesiones en Cúcuta en enero de 1821, publicando el 30 de agosto una nueva constitución y, después de que otra vez Bolívar pretendiera renunciar, renovó sus poderes. Habiendo firmado la nueva constitución, obtuvo licencia para emprender la campaña de Quito (1822), provincia hacia la cual los españoles se habían retirado después de su expulsión del istmo de Panamá por un levantamiento general de sus habitantes. Esta campaña, que terminó con la incorporación de Quito, Pasto y Guayaquil a Colombia, fue nominalmente conducida por Bolívar y el general Sucre, pero los pocos éxitos de las tropas se debieron exclusivamente a oficiales británicos, como el coronel Sands. Durante la campaña de 1823-1824 en el Alto y Bajo Perú, consideró que ya no era necesario seguir manteniendo la apariencia del generalato y, dejando todas las tareas militares en manos del general Sucre, se limitó a las entradas triunfales, los manifiestos y la proclamación de las constituciones. Usando su guardia personal colombiana, logró influir en los votos del Congreso de Lima, que en febrero de 1823 le entregó la dictadura, mientras se aseguraba la reelección como presidente de Colombia mediante una nueva amenaza de renuncia. Mientras tanto, su posición se vio reforzada, tanto por el reconocimiento del nuevo Estado por parte de Inglaterra, como por la conquista por parte de Sucre de las provincias del Alto Perú, que este último unió como una república independiente bajo el nombre de Bolivia. Aquí, donde las bayonetas de Sucre fueron fundamentales, Bolívar dio rienda suelta a su propensión por el poder arbitrario implantando el “Código Bolivariano”, una imitación del Code Napoléon. Sus planes eran trasplantar este código de Bolivia a Perú y de Perú a Colombia, para mantener los primeros Estados controlados por las tropas colombianas y el último por la legión extranjera y los soldados peruanos. Mediante la fuerza, mezclada con la intriga, logró efectivamente, por lo menos por algunas semanas, mantener su código en el Perú. El Presidente y Libertador de Colombia, el Protector y Dictador del Perú y el Padrino de Bolivia, había alcanzado ahora el clímax de su renombre. Pero un serio antagonismo había surgido en Colombia entre los centralistas o bolivarianos y los federalistas, nombre bajo el cual los enemigos de la anarquía de las armas se habían unido a sus rivales militares. Habiendo el Congreso de Colombia, bajo su instigación, promovido un acta de acusación contra Páez, el vicepresidente de Venezuela, este último se declaró en abierta rebeldía, secretamente apoyada y promovida por el mismo Bolívar, quien deseaba algunas insurrecciones que le dieran un pretexto para derrocar la constitución y reasumir la dictadura. Además de su guardia personal, llevó, al regresar del Perú, 1.800 peruanos ostensiblemente contrarios a los rebeldes federalistas. Sin embargo, en Puerto Cabello, donde se reunión con Páez, no solo lo confirmó como comandante de Venezuela y emitió una proclama de amnistía para todos los rebeldes, sino que se puso abiertamente de su parte y reprendió a los amigos de la constitución. El 26 de noviembre de 1826 en Bogotá, por decreto, asumió poderes dictatoriales. En el año de 1827, a partir del cual data el declive de su poder, planeó reunir un congreso en Panamá, con el evidente objetivo de establecer un código democrático internacional. Asistieron plenipotenciarios de Colombia, Brasil, La Plata, Bolivia, México, Guatemala, etc. Lo que realmente pretendía era la organización de toda Suramérica en una sola república federal, con él mismo como su dictador. Pero mientras daba rienda suelta a sus sueños de unir medio mundo bajo su nombre, el poder real se alejaba rápidamente de su alcance [446]. Las tropas colombianas en Perú, informadas de que estaba haciendo arreglos para introducir el código boliviano, promovieron una violenta insurrección. Los peruanos eligieron al general La Mar como presidente de su república, ayudaron a los bolivianos a expulsar las tropas colombianas e incluso libraron una guerra victoriosa contra Colombia, la cual terminó en un tratado que redujo a la última a sus primitivos límites, estableciendo la igualdad de los dos Estados y separando sus deudas. El Congreso de Ocaña, convocado por Bolívar con el objeto de modificar la constitución a favor de su poder arbitrario, se inauguró el 2 de marzo de 1828 con una elaborada intervención que insistía en la necesidad de nuevos privilegios para el ejecutivo. Sin embargo, cuando se hizo evidente que el proyecto de enmienda de la constitución saldría de la convención bastante diferente de su forma original, sus amigos abandonaron sus asientos, logrando con este procedimiento que se disolviera el quorum y se extinguiera la convención. Desde una gran hacienda, distante algunas millas de Ocaña, a la cual se había retirado, publicó otro manifiesto pretendiendo estar indignado por los pasos dados por sus propios amigos, pero en el que atacaba al mismo tiempo a la convención, llamando a las provincias a tomar medidas extraordinarias, y declarando que estaba listo a asumir cualquier cantidad de poder que se pudiera concentrar en él. Bajo la presión de sus bayonetas, asambleas populares en Caracas, Cartagena y Bogotá, donde se había instalado, lo invistieron nuevamente con poderes dictatoriales. Un intento de asesinarlo en su dormitorio en Bogotá, del cual solo escapó saltando en la oscuridad desde el balcón de una ventana y permaneciendo escondido bajo un puente, le permitió durante algún tiempo implantar una especie de terrorismo militar. No pudo, sin embargo, poner sus manos sobre Santander, a pesar de haber participado en la conspiración, mientras que ordenó la muerte del general Padilla, cuya culpabilidad no había sido probada de ninguna manera, pero que, siendo un hombre de color, no pudo oponer resistencia. Cuando violentas facciones perturbaron la república en 1829, en un nuevo llamado a los ciudadanos, Bolívar los invitó a expresar francamente sus deseos, así como las modificaciones que pretendían introducir en la constitución. Una asamblea de notables en Caracas respondió denunciando su ambición, poniendo al desnudo la debilidad de su administración, declarando la separación de Venezuela de Colombia y poniendo a Páez a la cabeza de esta república. El senado de Colombia apoyó a Bolívar, pero otras insurrecciones se desataron en diferentes puntos. Habiendo renunciado por quinta vez, en enero de 1830 aceptó de nuevo la presidencia y dejó Bogotá para adelantar la guerra contra Páez a nombre del Congreso de Colombia. Hacia finales de marzo de 1830 avanzó a la cabeza de 8.000 hombres, tomó Caracuta, que se había rebelado y se dirigió hacia la provincia de Maracaibo, donde Páez lo esperaba con 12.000 hombres en una fuerte posición. Tan pronto como cayó en cuenta de que Páez quería pelear en serio, su coraje colapsó. Incluso pensó por un momento en someterse a Páez y declararse en contra del Congreso, pero la influencia de sus partidarios se desvaneció y fue forzado a presentar su renuncia, notificándole que debía retirarse del servicio y que se le daría una pensión anual, con la condición de que se fuera a algún país extranjero. Por consiguiente, envió su renuncia al Congreso el 27 de abril de 1830. Pero, con la esperanza de retomar el poder con la influencia de sus partidarios y la reacción que se estaba gestando contra Joaquín Mosquera, el nuevo presidente de Colombia, organizó su partida de Bogotá de forma muy lenta y planeó, bajo una infinidad de pretextos, prolongar su estadía en San Pedro hasta finales de 1830, donde murió repentinamente. El siguiente es el retrato que hizo de él Ducoudray-Holstein[21]: “Simón Bolívar tiene 5 pies y 4 pulgadas de estatura[22], su cara es larga, sus mejillas huecas, su complexión marrón oscura, sus ojos de mediano tamaño y profundamente hundidos en su cabeza, que está cubierta ligeramente con cabello. Sus mostachos le dan un aspecto oscuro y salvaje, particularmente cuando se apasiona. Todo su cuerpo es flaco y ligero. Tiene la apariencia de un hombre de 65 años. Al caminar, sus brazos están en continuo movimiento. No puede caminar durante mucho tiempo porque pronto se fatiga. Le gusta su hamaca, donde se sienta o se recuesta. Sufre de repentinas ráfagas de resentimiento, se convierte inmediatamente en un desquiciado, se tira en su hamaca y lanza maldiciones e imprecaciones a todo su alrededor. Se regodea en sarcasmos sobre las personas ausentes. Solamente lee literatura francesa ligera. Es un audaz jinete y un apasionado aficionado al vals. Le gusta escucharse hablar y ofrecer brindis. En la adversidad, y despojado de cualquier tipo de ayuda, se libera de cualquier pasión y violencia de temperamento. Se vuelve entonces afable, paciente, dócil e incluso sumiso. En gran medida, oculta sus defectos bajo los buenos modales de un hombre educado en el llamado beau monde. Posee un talento casi asiático para el disimulo y comprende a la humanidad mejor que la masa de sus compatriotas”. Por decreto del congreso de la Nueva Granada, sus restos fueron trasladados a Caracas en 1842, donde se erigió un monumento en su honor. Ver: Histoire de Bolivar, par Gén. Ducoudray-Holstein, continuée jusqu’à sa mort, par Alphonse Viollet (París, 1831), “Memoirs of Gen. John Miller (in the service of the Republic of Peru)”, “Account of his Journey to the Orinoco”, del coronel Hippisley (Londres, 1819).
Nota del editor:
En la página web de la organización Marxists Internet Archive, donde se publicó una versión en inglés y en español de este mismo texto, se menciona el fragmento de una carta enviada por Marx a Federico Engels, fechada en Londres el 14 de febrero de 1858, donde se aprecia claramente el contexto en que fue escrito este trabajo y la opinión que tenía el autor sobre el caudillo neogranadino Simón Bolívar, en un momento de su vida en que trabajaba febrilmente en su obra más importante, El Capital. Dice Marx:
“Además, un largo artículo sobre Bolívar provocó objeciones de Dana[23] porque dijo que estaba escrito en un ‘estilo partidista’, y me pidió citar mis fuentes. Esto, por supuesto, puedo hacerlo, sin embargo, es una petición curiosa. Con respecto al ‘estilo partidista’, es cierto que me aparté de algún modo del tono de una enciclopedia. Describir al más vil, miserable y malvado de los villanos como si fuera Napoleón I era ir demasiado lejos. Bolívar era realmente un Soulouque”[24].
El autor se refería a Faustino Soulouque, esclavo de Haití que participó en la insurrección contra el dominio francés y en las guerras civiles de su país, llegando a ser coronado como “emperador” en 1849, bajo el nombre de Faustino I, inaugurando el “segundo imperio haitiano”. Su gobierno duró solamente diez años, hasta que fue derrocado. La comparación que hace Marx con Napoleón I, en tono de burla, había sido utilizada unos años antes, en su famoso artículo “El 18 brumario de Luis Napoleón” (1852), donde usó el mismo recurso literario de considerar al personaje analizado como una ridícula caricatura que intentaba imitar al original. La conocida frase tomada de Hegel de que los hechos en la historia suelen suceder dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa, que aparece en las primeras líneas del artículo sobre Napoleón III, se podría considerar como el marco general de interpretación de la figura de Bolívar que Marx elaboró en su breve biografía.
[1] En cursiva y en español en el original.
[2] Esta numeración corresponde a la paginación original del artículo en The New American Cyclopaedia.
[3] En el original dice “Torrices”.
[4] En el original dice “San Iago”.
[5] En el original dice “Lostaguanes”. La Batalla de Taguanes se llevó a cabo el 31 de julio de 1813.
[6] En el original dice “Vittoria”.
[7] El triunfo era un gran desfile que se organizaba en la antigua Roma para honrar a los comandantes victoriosos que habían llevado a la victoria a las fuerzas militares, rindiendo importantes servicios al Estado.
[8] Posiblemente hay una confusión y el autor se refiere realmente a la Batalla de Aragua, que se desarrolló el 17 de agosto de 1814, con los protagonistas y el resultado señalados en el texto.
[9] El autor confunde aquí el nombre del navío con el nombre de su dueño, que era el corsario italiano Giovanni Bianchi, que fue contratado por Bolívar para que lo llevara en su nave hacia las Antillas.
[10] En el original dice “Curupano”.
[11] El nombre oficial de esta república, que existió entre 1811 y 1816, era Confederación de las Provincias Unidas de la Nueva Granada.
[12] En el original dice “La Papa”.
[13] En el original dice “Cayes”.
[14] En el original dice “Buen Ayre”.
[15] En el original dice “Cayes”.
[16] El autor se refiere a un lugar llamado actualmente Casa Fuerte. Era el Convento de San Francisco, que fue tomado y convertido en fortaleza por los insurgentes, debido a la solidez de sus muros.
[17] En todo este párrafo hay una confusión en las fechas y el orden de los acontecimientos. Bolívar abandonó Barcelona el 25 de marzo de 1817 y la ciudad fue atacada por los españoles el 5 de abril. La Casa Fuerte, donde se refugiaron los rebeldes fue tomada el 7 de abril.
[18] En el original dice “Antonio Francisco Zea”.
[19] En el original dice “Barima”.
[20] En el original dice “Montecal”.
[21] Se refiere a Henri Louis Villaume Ducoudray-Holstein (1772-1839), general francés de los ejércitos revolucionarios de Napoleón que participó igualmente en las guerras de independencia de Colombia y Venezuela. Fue muy cercano a Simón Bolívar y escribió una biografía que fue una de las fuentes principales usadas por Marx, como más adelante lo señala.
[22] 1,63 metros.
[23] Charles Dana era uno de los coeditores de The New American Cyclopaedia.
[24] https://www.marxists.org/archive/marx/works/1858/01/bolivar.htm.